El Merlot, ¿La uva invisible del vino?

Por Alejandro Redondo

 

¿De verdad nadie se atreve a confesarlo? ¿Cuándo fue la última vez que compraste una botella de Merlot?

No te mientas; seguramente ni lo recuerdas.

¿En qué momento dejamos de mirarlo, de descorcharlo, de invitarlo a la mesa?

El Merlot se convirtió en el apestado elegante del vino. Lo acusaron de ser blando, demasiado amable, casi un vino “sin carácter”. Hollywood lo convirtió en meme con Sideways (2004), donde un personaje gritó “I’m not drinking any f***ing Merlot”, y la industria —tan sensible a las modas y a las frases virales— lo dejó caer.

¿De verdad vamos a condenar a toda una variedad por un guión del cine?

El peso de la historia y el origen de la injusticia

El Merlot no es una variedad secundaria ni accidental.

Es la segunda uva tinta más plantada del mundo (unas 260.000 hectáreas según la OIV, 2020), solo por detrás de la Cabernet Sauvignon.

Nació en Burdeos, donde aparece documentada en el siglo XVIII, y se convirtió en la base de algunos de los vinos más caros y codiciados del planeta: Petrus en Pomerol, Château Cheval Blanc en Saint-Émilion, o Château Le Pin.

Y aquí surge la primera paradoja: si los vinos de culto más buscados llevan ADN Merlot, ¿Cómo es posible que el consumidor promedio le dé la espalda?

Parte de la respuesta está en la sobreproducción de los años 80 y 90. El boom del Merlot en Estados Unidos y en parte de Europa incentivó la plantación en regiones menos aptas, donde dió vinos diluidos, planos y sin gracia. El resultado; un océano de botellas mediocres que ahogaron el prestigio histórico de la uva.

Preguntas incómodas

- ¿Será que despreciamos al Merlot porque nos enfrentó a nuestra propia falta de criterio como consumidores?


- ¿Lo castigamos por haberse democratizado demasiado?


- ¿O simplemente porque preferimos variedades con relato más “viril”, como la Cabernet Sauvignon o la Syrah?

 

El Merlot tiene un defecto a ojos del mercado moderno; no presume. No es estridente ni brutal. No necesita musculatura ni exceso de madera para lucir.

 

Es sutil, sensual, redondo, generoso en fruta. Y vivimos en un mundo que premia lo que golpea, no lo que acaricia.

Geografía actual del Merlot

Hoy, el Merlot está en todas partes. No es marginal, solo está mal contado.

  • Francia: sigue siendo la reina de Burdeos, con más de 60.000 hectáreas. El 66% de Pomerol y Saint-Émilion descansa sobre ella.

  • Italia: ocupa zonas clave en el Friuli, Véneto, Toscana (en Super Toscanos como Masseto, 100% Merlot).

  • Estados Unidos: en California vivió el auge y la caída, pero en Napa y Washington State produce tintos de gran calidad.

  • Chile: sufrió la confusión histórica con la Carménère, pero el Merlot bien identificado ha ganado espacio en el Valle de Colchagua y Maipo.

  • Argentina: pocas hectáreas (unas 6.000), pero con proyectos de altura en Mendoza que lo muestran con nervio.

  • Otros: Suiza, Rumania, Australia, Nueva Zelanda y hasta China han visto en el Merlot un aliado de suavidad y maduración temprana.

En resumen: es una variedad global, pero invisibilizada en el discurso.

El golpe de Hollywood y la psicología del mercado

La influencia de Sideways es más real de lo que parece anecdótico.

Tras el estreno, las ventas de Pinot Noir en Estados Unidos crecieron alrededor de 16% en un solo año, mientras las de Merlot cayeron un 2% (datos Nielsen, 2005).

El daño reputacional fue brutal: toda una generación asoció Merlot con vino barato, genérico, “uncool”.

Pero, ¿es justo condenar a una uva por una película? ¿No revela más bien la fragilidad de nuestras decisiones de consumo? ¿Hasta qué punto somos víctimas de las narrativas de moda más que del contenido de la copa?

Virtudes técnicas del Merlot

Académicamente, el Merlot ofrece ventajas claras:

  • Maduración temprana: evita riesgos climáticos, sobre todo heladas de otoño.

  • Aromática: da notas de ciruela madura, cereza negra, chocolate, a veces menta y tabaco en climas fríos.

  • Textura: taninos suaves, carnosos, que le dan redondez inmediata.

  • Versatilidad: funciona solo (monovarietal) o en blends (Burdeos, Super Toscanos, ensamblajes del Nuevo Mundo).

  • Adaptabilidad: prospera en suelos arcillosos, donde alcanza profundidad, y en climas más frescos gana acidez y estructura.

En otras palabras: es una uva noble, maleable, agradecida. Lo que para el mercado fue “blandura”, en la técnica enológica es “equilibrio”.

Los vinos que desmienten el prejuicio

¿Cómo se explica que los mismos críticos que bajan el pulgar al Merlot como categoría rindan culto a vinos como:

  • Petrus (Pomerol, Francia): 100% Merlot, con precios de 3.000 a 6.000 € la botella.

  • Masseto (Toscana, Italia): uno de los Super Toscanos más aclamados, puro Merlot, en torno a 900-1.200 €.

  • Duckhorn (Napa Valley, EE.UU.): pionero en devolver prestigio al Merlot californiano.

¿No hay aquí una contradicción flagrante?

El mercado desprecia al Merlot “de supermercado”, pero eleva al Olimpo a sus grandes expresiones.

Cifras que no engañan

  • Superficie mundial: ~260.000 ha (OIV 2020).

  • Top productores: Francia (~115.000 ha), Italia (~25.000), EE.UU. (~20.000), España (~13.000), Rumanía (~11.000).

  • Consumo: no existen estadísticas desagregadas precisas, pero los estudios de mercado en EE.UU. muestran que menos del 5% de consumidores habituales de vino compra Merlot al año.

  • Precio medio: en retail, el Merlot se vende a un precio 20-30% inferior al Cabernet Sauvignon (fuente: Wine Intelligence, 2022).

Es decir: mucho se produce, poco se compra, y se paga barato.

¿Cómo devolverlo a la mesa?

Aquí es donde la provocación se convierte en propuesta:

  1. Catas a ciegas: quitar etiquetas y prejuicios. Un Merlot bien hecho puede derrotar fácilmente a un Cabernet o un Malbec en términos de placer inmediato.

  2. Narrativa renovada: contar la historia del Merlot como la uva de la suavidad elegante, no como la del aburrimiento.

  3. Visibilizar íconos: Petrus, Masseto, Cheval Blanc… recordar al consumidor que los vinos más caros y reputados del planeta descansan en Merlot.

  4. Propuestas gastronómicas: maridajes que potencien su versatilidad —carnes blancas, pastas cremosas, risottos, quesos suaves, incluso pescados grasos como el salmón.

  5. Campañas provocadoras: recuperar el insulto de Sideways y darle la vuelta: “Yes, I drink Merlot”.

Preguntas que quedan abiertas

  • ¿Somos tan superficiales que una película puede definir décadas de consumo?

  • ¿Por qué veneramos la Cabernet Sauvignon y relegamos al Merlot, cuando ambas son hermanas de Burdeos?

  • ¿Hasta qué punto castigamos la suavidad por miedo a que nos llame “débiles”?

  • ¿Qué dice de nosotros como consumidores el desprecio hacia un vino que no necesita gritar para hacerse sentir?

El desafío

El Merlot no necesita lástima ni discursos románticos. Necesita ser bebido.

La verdadera provocación es esta; ¿Te atreves a comprar una botella hoy, a descorcharla, a comprobar si toda tu indiferencia estaba justificada… o si llevas años perdiéndote de uno de los mayores placeres que el vino sabe dar?